Me gustaría compartir con todo el mundo la historia de
superación y valentía de mi hijo Víctor Manuel; tiene 15 años y es un chico de
buen corazón, risueño, trabajador y con una sonrisa maravillosa.
Sin verlo como una víctima lo siento como un campeón y
un héroe; tras nacer con una hemiparesia lateral derecha ha invertido su tiempo
y sus ganas en ser como otro niño cualquiera esforzándose, para ello, en sus
ejercicios de rehabilitación, con los que lleva toda su vida. Además de
soportar algunas intervenciones quirúrgicas que le permiten caminar con menos
dificultad.
En 2015, con 11 años, la cosa se le complicó un poco
más porque tuvo que estar a dieta estricta dado que el sobre peso que tenía
estaba a punto de convertirlo en diabético y tuvo que perder 10 kilos; eso sí,
poco a poco, en un año, ya que su reducida movilidad le impedía hacer el
ejercicio físico necesario para hacerlo en menos tiempo. Durante ese tiempo (y
algo más) también tuvo que llevar un aparato odontológico para corregir su
mandíbula, que tenía desplazada
demasiado hacia atrás. Mientras sobrellevaba todo esto me dijo un día que su
vida no tenía sentido y que mejor estaría muerto.
Sin embargo todavía tendría que resistir algo mucho
peor; su padre y yo no dábamos crédito al médico cuando, en enero de 2018, con
13 años, y recién operado de su pierna derecha, aún en reposo absoluto, nos
cuenta que Víctor tiene un linfoma en los gánglios linfáticos, el líquido del
cerebro enturbiado por células cancerígenas (por lo que le dio meningitis y
parálisis facial), la médula infectada y finalmente toda su sangre: diagnostico
Leucemia Linfoblástica Aguda L3 de Burkitt.
Al enterarse él de lo que tenía, más o menos un mes
después de su ingreso (no sabíamos como decírselo) se asustó muchísimo y
llorando le dijo a la doctora Rodríguez que era injusto que después de llevar
toda la vida luchando le tocara vivir ésto. La doctora le respondió: si no
hubieses llevado toda la vida luchando seguramente ésto no lo superarías.
Tuvo la muerte a los pies de su cama y con ella
pisándole los talones. Mientras rezábamos, me confesó: “le doy gracias a Dios
porque ésto me halla tocado a mí porque a papá no le puede dar que él es el
pilar de la familia, a mi hermana tampoco porque es más pequeña que yo y no lo
resistiría y si te diera a tí, mamá, yo me moriría. Con la misma valentía le
soltó a su padre un día que lo vio llorar….”no llores papá; yo voy a superar
ésto”.
Siete meses de ingreso y ocho de tratamiento con éxito
pero aún le tienen que poner quimio en el líquido del cerebro, de vez en
cuando, para prevenir porque tiene una seria amenaza de repetición. De hecho no
ha podido asistir este año al instituto por prescripción médica, a 3ª de ESO, curso que ha hecho con una profesora
estupenda, Rocío, a la cual le doy las gracias por su humanidad y
profesionalidad, puesta por la Junta de Andalucía (para niños con enfermedades
de larga duración) curso, que por cierto, es otro éxito más para el currículum
de Víctor. Sus compañeros de clase le han estado dando ánimos y me consta que
han rezado mucho por él ,así como todas las personas que teniendo fe en Dios
nos quieren y aunque, de momento, Víctor está limpio os ruego que sigáis
rezando por él; para que no le repita.
Y yo, su madre, ¿cómo puedo disfrutar de la vida?. ¿De
dónde saco la fuerza para seguir compartiendo sonrisas con mis congéneres? Pues
la fortaleza me la da Dios con su grandeza y generosidad. Me la da a través de
mi familia, mis amigos y toda esa gente maravillosa que he conocido a raíz de
este drama (no hay mal que por bien no venga; todo tiene su lado positivo) y
que cada uno, a su manera, ha
contribuido a ayudarnos. Gracias a todos. Gracias a sus dos abuelas que están
en el cielo: no puede tener mejores ángeles custodios.
Le doy las gracias al doctor López Lapso que lo
atendió de urgencia y descubrió lo que tenía. Gracias al magnífico equipo de
hematología pediátrica del Hospital Universitario Reina Sofía de, mi ciudad,
Córdoba, a sus doctores y salvadores
Toñi Rodríguez y Ramón Molina. Al cura del hospital el padre Juan Carlos por
alimentar nuestra alma en sus visitas. Gracias a la AECC por su incasable afán
de ayudar a estos enfermos. Gracias a la fundación Pequeño Deseo por cumplir el
de Víctor dándole la oportunidad de ir a la feria de videojuegos Gamepolis. Gracias
al Colegio San Rafael del Sr. Obispo, a todo el equipo humano que lo compone
por su apoyo incondicional y, en
especial, a la que ha sido su directora
durante un tiempo, Anabel Bruna. Gracias al Sr. Obispo D. Demetrio por tenerlo
presente en sus rezos. Gracias a Alba M.ª Campaña Piedra por la canción que le
compuso y que le cantó y dedicó en la radio.
Gracias a Antonio Orozco, por su canción Mi Héroe, la
cual le canto y dedico yo a mi hijo. Y gracias al cantautor Manolo García por
complacerme con sus canciones, la que más Mar Antiguo. Como despedida os pondré
unos párrafos del álbum del Último de la Fila “nuevo pequeño catálogo de seres
y estares”, canción “En mi pecho” que definen a la perfección lo que siento:
Todo tiene quien todo da.
Nada espero, nada sé,
nada tengo, sólo fe.
Y donde estemos, saber estar;
aunque sea ingenuo, no codiciar.
Nunca ceder ante la adversidad.
Quiero tener la alegría
del que está en paz-
Mis cadenas he de romper:
fuera penas, amargas como la hiel.
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